Abusos sexuales en la infancia, causas y consecuencias

Vale decir que este tema es desagradable en su naturaleza quizás más que otro tipo de análisis etiopatogénicos, debido a que su origen es una violación de los derechos humanos (y no digo vulneración porque me parece un término demasiado blando), y en concreto una violación de los derechos de la niña y del niño.

El hecho de referirme a los derechos de los niños y de la humanidad en general, no es de forma gratuita, porque este tipo de problemática tiene que ver con los límites de lo permisible, y alcanza una frontera entre el abordaje terapéutico y la actuación de la ley de forma directa.
Me decidí a hablar sobre este tema debido a la abundancia de casos que se presentaban en la clínica y he creído necesario abrir el debate para que entre todas/os podamos pensar sobre la gravedad de estos hechos, sus consecuencias para la salud psíquica de la víctima y cómo ofrecer soluciones.

Nota aclaratoria, pondré el nombre de “víctima” a la niña/o abusada/o por la indefensión de su posición tanto psicológica como físicamente, motivaciones inconscientes aparte, dejando al descubierto una realidad que hasta hace muy poco se creía que era solo producto de la imaginación de las niñas/os, los cuales raramente fueron escuchados, y muchas veces acusados de ser ellos los perversos, retraumatizándolos, y que ha ido abriendo una gran herida en la sexualidad y la vida psíquica sobretodo de la mujer debido a que la proporción de niñas abusadas es con diferencia mucho mayor.

Definición:

A los abusos sexuales podríamos definirlos como una relación de desigualdad generacional en la que el adulto consigue obtener de su víctima, una o un menor, gratificaciones sexuales.

Se los puede enmarcar dentro de una de las formas de violencia castigo más extremas, que consiste en que la víctima pierde el sentido de su integridad y puede llegar a justificar y negar la violencia del otro, tal como ocurre en los casos de violencia de género, no tomando conciencia de las secuelas que dicho suceso provocan o provocaron en su psique.

La relación de abuso sexual se aproxima a este tipo de configuración relacional, con el agravante que la víctima no ha llegado a un desarrollo psíquico completo y que por tanto la experiencia traumática de dicho suceso puede dinamitar la organización psíquica construida hasta ese momento, y dar lugar al desarrollo de diferentes formas patológicas que pueden ir desde una inhibición sexual, al desencadenamiento de una psicosis.

En este tipo de relación el sentimiento de vergüenza y culpabilidad de la víctima trastorna el sentido de la responsabilidad. El hecho de que el abuso sexual se produzca sin violencia por parte del abusador ni resistencia manifiesta por parte de la víctima confunde las referencias con las que, por ejemplo, en un caso de violación, definimos y diferenciamos al violador y la víctima.

La confusión psíquica producida por la situación de abuso puede hacer que los asistentes sociales, los testigos, la víctima y el abusador olviden que se trata de una situación de violencia objetiva o violencia castigo.

El suceso:

Las víctimas de las relaciones abusivas presentan una actitud muy parecida en cuanto al suceso.
Primero mucha vergüenza a la hora de enfrentarse a explicar lo sucedido, a veces pueden incluso pasar años en el tratamiento hasta que lo desvelan.

Sienten culpa sobre el abuso por dos razones, una por no evitarlo y acceder a ello, y otra, por haber podido disfrutar eróticamente en el momento o posteriormente al recordarlo.

No hacen referencia al abusador como culpable en un primer momento, siempre relatan el suceso con un alto grado de angustia y muestran una confusión respecto de la responsabilidad de los hechos.

Son relatos en que el terror de la situación se hace palpable aunque no haya habido ninguna situación de violencia manifiesta ya que hay una gran violencia encubierta lo cual siempre revierte en una autoacusación:
-¿Por qué no me negué?
-¿Porqué accedí?

Ante la devolución de esta pregunta las respuestas suelen ser:
-Me quedé como paralizada
-Tenía mucho miedo
-El me trataba muy bien me decía cosas bonitas, me invitaba a caramelos, luego me dí cuenta de que aquello no era normal porque a otras niñas no les pasaba.

Los Personajes:

Tengamos en cuenta las edades en las que se producen los abusos, son entre los 5 a los 9 aprox. El adulto abusador suele ser alguien al que el niño ve con un rango de autoridad, en la mayoría de los casos son hombres conocidos como vecinos, amigos de la familia, médicos, enfermeros, abuelos, tíos, primos mayores, padres, y hermanos. Cuando las pacientes cuentan con gran esfuerzo estas relaciones tan traumáticas confluyen en el desconocimiento de lo que se les estaba proponiendo, ninguna de ellas conoce lo que es una relación sexual real en ese momento, y son situaciones vividas con extrañeza, y luego con una gran confusión, ya que el adulto del que se espera sea el garante de lo razonable y del respeto a lo que está dentro de la ley es el que la pervierte y obliga a salirse de ella.
Esta situación sume a la víctima en una especie de estado hipnótico, o de parálisis debida al miedo que le impedirá sustraerse con facilidad a los abusos.

A veces se habla de “seducción” para tratar de designar la relación particular que liga al abusador y su víctima, pero me parece que este término no contempla el estado de falta total de libertad descrito por las víctimas. Reynaldo Perrone y Martina Nannini hablan de una situación de “hechizo”, que más tarde desarrollaré.

El perfil del abusador varía, pero pueden tener familia, profesión, trabajo y ser aparentemente normales. Su perfil psicológico está determinado por su estructura de personalidad y su madurez psicológica, lo cual dará lugar a diferentes tipos de vínculos con la víctima.

  • Existe el paidofílico que tiene un nivel de madurez muy bajo y que establece un contacto con la víctima no solo sexual sino también emocional.
  • Otro tipo es el perverso, el cual conoce perfectamente lo ilícito de su práctica, pero que antepone su deseo.
  • Otro tipo es el psicopático.
  • Y por último tendríamos al psicótico que puede protagonizar algún episodio de este tipo pero no son frecuentes.

En todos los casos observados las niñas son tratadas como un objeto sexual, haciendo que se sometan a sus deseos sin tener en cuenta ni su miedo ni su estupefacción, ni su falta de información, son llevadas al terreno que ellos desean sin ningún tipo de contrapartida.

El tipo de abusador paidofílico tiene un vínculo con la víctima mucho más fuerte que el resto, suele ser mucho menos promiscuo que el tipo psicopático que al contrario del anterior tiende a la expansión, la conquista y el desprecio del entorno social, muestra la voluntad de controlar y someter a los otros y busca ampliar su coto de caza, es el tipo que filma etc….

El perfil de la víctima, son niñas o niños de corta edad que pueden pertenecer a familias normales pero en las que casi siempre aparece una falta de protección por parte de la figura materna, no necesariamente ha de ser una falta grave pero si con una cierta distancia afectiva que dificulta a la niña hacerle partícipe de lo que le está ocurriendo y así poder ser rescatada Pueden darse situaciones de que son niñas criadas por parientes, o con muchos hermanos que dificultan a la madre estar más pendiente de cada uno, madres que llegan exhaustas del trabajo que no pueden controlar lo que le está ocurriendo en su hogar. En el caso de que el abuso sea dentro de la familia puede ser que la madre no lo conozca o que si se lo dice la hija, lo niegue por defensa, ya que automáticamente la familia entra en crisis. La figura de la madre es crucial porque es a la única persona que a través de su posicionamiento puede liberar a la niña o al niño de dicha situación.

Consecuencias psicológicas:

Los niños abusados ven dinamitada su autoestima, el concepto de sí mismos es destruido y sienten que son objetos al servicio del otro, se les anestesia el sentido propioceptivo, tienen dificultades de relación porque no pueden compartir lo que les ha ocurrido, y pueden o no tener dificultades en el rendimiento académico. Algunas adolescentes se les ve la vergüenza inscrita en el rostro, que puede perdurar hasta la edad adulta por sentir que nadie puede comprenderlas ni ayudarlas. Las víctimas quedan privadas de su infancia, crecen con una madurez forzada, pero llevan a la niña herida en su interior. La angustia de la víctima varía y puede ser manifestada en forma de trastornos tipo: miedo al fracaso, claustrofobia, terrores nocturnos, eneuresis, amenorrea, y también intentos de suicidio y anorexia, también pueden aparecer otra serie de sintomatología tal como fatiga, falta de concentración, (fugas, crisis de cólera, insolencia, reproches y rechazo.) repliegue hacia el interior, desinterés, perdida de curiosidad, trastornos de la memoria.

Este tipo de sintomatología varía a lo largo del tiempo, y cuando esas niñas llegan a la edad adulta sin haber podido deshacer ese núcleo traumático se ven aquejadas de una problemática más compleja que puede provocar el rompimiento del equilibrio psíquico.

La Relación:

Hemos descrito a los personajes pero volvamos a la pregunta ¿porqué accedí?
Qué tipo de relación se imbrinca que no permite que la niña pueda salir huyendo? (caperucita)
según Reynaldo P. y Martine N. la víctima es captada en una situación que ellos han nombrado como Hechizo.

En los casos extremos de violencia se observa una relación de dominación en la que el espíritu de uno es captado por el otro. La víctima presenta una modificación de su estado de conciencia, caracterizado por la pérdida de la capacidad crítica y focalización restrictiva de la atención, es decir se encuentra bajo la influencia y el dominio abusivo de quien controla la relación. A esta relación psicológica en la que uno ejerce el dominio abusivo sobre otro, la denominamos hechizo.

Como ya he descrito antes la relación es de desigualdad, el adulto tiene ventaja intelectual y físicamente sobre la niña, se vale de su posición y de su autoridad para desarrollar un tipo de dominación que el único objetivo es su propia satisfacción sexual
A la niña se le despoja de la posibilidad de tener una experiencia igualitaria en la que el descubrimiento de la sexualidad sea progresiva y en beneficio de los que participan por igual.

Si el abuso se dá por parte del padre el poder que su lugar le otorga se vuelve un medio para controlar a la niña. La niña vive una gran confusión porque tiene que integrar dos mensajes contradictorios, que su padre hará todo para cuidarla y protegerla, como su rol indica y no podrá comprender lo que está ocurriendo hasta pasado un tiempo en el que
verá por sí misma que no es una relación normal.

El único objetivo del abusador es cazar a la presa, hacerse con ella a toda costa, para ello, utiliza la mentira porque se apropia de la confianza del otro, lo engaña, y lo induce a error voluntariamente.

En el caso de un padre hace creer a la niña que es normal, que todos los padres lo hacen, los argumentos apuntan a que la víctima crea que es la única beneficiaria o la única sacrificada del grupo. Paulatinamente el abusador se apropia del descubrimiento que el niño hubiera hecho de su sexualidad, del encuentro con su primer amor, de las emociones que procuran la sensualidad y el amor inocentes.
El hecho de que el abusador se haga con su presa utilizando todos los medios posibles convierte el hecho en una estafa, a diferencia del robo que consiste en hacerse con un bien ajeno por la fuerza o a escondidas.

Ya vemos como la víctima está presa de la mentira y de la estafa
En el caso de que el abusador no sea el padre, la mentira y la estafa se utilizan de la misma manera pero dependiendo de cómo hayan sucedido los hechos y que tratamiento se le haya dado por parte de la familia y terapeutas el efecto será mucho menos devastador.

A la pregunta ¿por qué no lo dije?

Después de que la niña se ha visto envuelta en este discurso engañoso, se produce una perversión de la dialéctica autoridad / responsabilidad. A estos niños el abusador les carga con la responsabilidad del secreto, argumentando de que serán culpables de la desorganización familiar si lo desvelan, paradójicamente tienen el destino de los adultos en sus manos.

En los casos en que se dá el suceso con extraños, no lo pueden confesar por la culpabilidad que les es trasferida. En el proceso de socialización, el abusador no ha interiorizado la ley, de él no surge ni la angustia ni la culpa de manera que la carga de lo extraño la asume el niño que es el único que hace el esfuerzo a su vez por sustraerse de tan nociva relación.

En otros casos la niña lo explica a la madre pero en muchas ocasiones no es tenida en cuenta alegando que deben ser imaginaciones suyas.

Por otro lado la comunicación que establece el abusador con la víctima tiende a paralizar la capacidad de respuesta. En ningún momento pregunta lo que puede hacer y lo que no, quien emite el mensaje omite el acuerdo de quien lo recibe, y mezcla la orden con la suavidad, la gratificación con la privación. Las rupturas de la lógica de la comunicación desorganizan y desestabilizan a la víctima, este tipo de comunicación es coherente pero no congruente. Lo que se dice está claro, pero al mismo tiempo está en ruptura con el contexto, al quebrantarse las referencias que el niño utiliza normalmente, se perturba su capacidad para descodificar los mensajes del entorno.

Otra característica es la represalia oculta en el lenguaje, el abusador indica indirectamente que la reacción negativa del entorno y sus consecuencias radican en la acción defensiva de la misma víctima.

La relación abusiva, relación de Hechizo:

Es la influencia que una persona ejerce sobre otra, sin que ésta lo sepa.
Es una relación en la que no está explicitado que uno quiere dominar al otro, las fronteras se desdibujan y la víctima queda atrapada en una relación de alineación.

El abusador no considera para nada como se puede sentir la víctima, le puede decir,”no importa lo que digas sé que esto te gusta” de manera que envía una imagen especular que provoca que la víctima pierda el sentido de la identidad y de su lugar en la relación, no tiene para nada en cuenta su deseo, ella es lo que él quiere que sea, solo para su beneficio personal. La persona dominada tiene una imagen ilusoria del otro, imposible de conocer y de definir, porque el tipo de relación altera sus funciones cognitivas y críticas. Este mecanismo según Perrone-Nannini se basa en la fascinación.

Dinámica del hechizo:

El estado de hechizo se basa en tres tipos de prácticas
Efracción
Captación
Y Programación

Efracción:

El abuso sexual y el incesto pueden ser asimilados a la estafa y al abuso de confianza, porque el abusador toma posesión de la víctima mediante argumentos falaces, traicionando la confianza que ésta depositó en él.

Efracción por tanto significa penetrar en una propiedad privada por medio de la fuerza, transgredir la frontera y los límites del territorio. Así pues la efracción inicia la posesión, la prepara, es su etapa previa.

P-N asemejan a este hecho a un acto de hechicería en que la víctima se siente poseída por una entidad extraña, pero en este caso es invadida por la voluntad del otro, que dispone de su cuerpo y de su espíritu, y que también pretende adueñarse de sus imágenes mentales.
A través de este primer paso la identidad y el sentimiento de integridad individual quedan rotos, hay una invasión del mundo de la niña. Se irrumpe en su habitación, luego en su cuerpo y al final en su mundo imaginario, destruyendo su tejido relacional.

Captación:

La captación apunta a apropiarse del otro, en el sentido de captar su confianza, atraerlo, retener su atención y privarlo de libertad.
Para conseguir esto confluyen tres elementos
-La mirada
-El tacto
-La palabra

Estas tres vías forman parte del bagaje sensorial y sensitivo de una persona, esta sensibilidad se vuelve más aguda y más funcional para captar y proteger. Cuando el sistema sufre interferencias de manera traumática su funcionalidad disminuye, y la persona se vuelve vulnerable, pierde su autonomía y puede ser manipulada y dirigida.
Los niños al estar en fase de aprendizaje y de adquisición de las capacidades críticas
Son más fácilmente objeto de las estrategias de captación

La mirada: es un canal sutilísimo desde donde se expresa una carga emocional muy grande, pero la interpretación que el niño puede hacer de ella es impreciso incierto y aleatorio cuando va acompañada de un contexto el que el niño no se puede ubicar con unos parámetros normales. Una mirada cargada de deseo es una trampa paralizante para la víctima, la información que llega a través de ella es demasiado inquietante, y el sistema de alerta del niño queda anulado.

Por otro lado las escenas que se exponen a los ojos de la víctima quedan ancladas para siempre en su memoria. Tales representaciones condicionan el comportamiento, mutilan la espontaneidad e interfieren en todas las relaciones de la víctima.

El tacto:

Cuando no se fuerza el contacto, lo cual sería considerado violación, hay una manera de tocar, con connotaciones sexuales disimuladas, que evita plantear si el otro consiente pero también evita la fuerza. Es el registro de la captación, en el contacto sexual no se identifica claramente desde un principio. Al principio no se puede identificar claramente con que intención son los contactos lo cual, al no poderse cuestionar la normalidad o no de los hechos la víctima no puede defenderse, los contactos tienen connotaciones de jugar, dormir juntos, abrazarse, bañarse, además de focalizar la atención y desviar la crítica, crean un anclaje en el que se mezclan la excitación y las consignas verbales de aprendizaje, que condicionarán los comportamientos ulteriores de los niños.

La víctima se quedará invadida por la confusión y guardará para siempre las huellas de los gestos del abusador, necesarias para la captación.

La palabra:

Es el canal más sofisticado del conjunto de estrategias. Las estructuras de los mensajes suelen presentar anomalías lógicas. En este caso la lógica está al servicio de la falsedad y de la persuasión utilitaria.

Cuando la niña es sometida a estimulaciones la palabra sirve a veces pera desviar la atención y crea confusión a fin de anular el sentido crítico y amenaza o persuade para anular toda resistencia.

La palabra en este caso no es un modo de intercambio, es una forma de captura, es una herramienta. Las palabras del abusador, como las del brujo son incomprensibles, hacen referencia a diferentes valores semánticos, así como quererse. El niño se aferra a algún significado posible que no alcanza a comprender, el lenguaje mezcla dos mundos, el del mundo infantil y el del adulto, las fronteras sufren entonces más una trasgresión que un borramiento, el niño queda entonces en una situación de exilio, forma parte de un mundo adulto pero sin estar integrado, y participa en el mundo de los niños sin poder pertenecerle, está condenado al silencio. La captación destinada a atrapar surte su efecto pero la labor no está completada, la víctima todavía puede huir.

La programación:

Que no aprendizaje, son un conjunto de datos introducidos donde el que programa queda en la sombra, es el acabado del hechizo.

Erotización: El cuerpo del niño sensibilizado y preparado para su estimulación sensorial no puede evitarlo de manera que buscará transferir esa descarga en su entorno, pero al ser rechazado buscará indefectiblemente al adulto abusador que lo programó.

Repetición: La excitación provoca en la víctima la dependencia que la une al abusador con todas sus consecuencias

Anclaje: Se llama anclaje a la unión entre el estado emocional y la memoria, gracias a ese vínculo el abusador no precisa realizar cada vez todas las operaciones necesarias para llevar a cabo el abuso. Los objetos parciales unidos a la relación de abuso sexual tienen el poder de actualizar esta relación, entre el terror, el fantasma y el temor. El abs., utiliza miradas, gestos, señales que señalan que ya llegó el momento y no hay escapatoria.
Secreto
Pacto
Responsabilidad
Vergüenza

El secreto, el pacto, la responsabilidad, la fatalidad, y la vergüenza son operaciones de programación en el sentido estricto.
El hecho de que el abusador no tenga conciencia moral hace que solo la víctima soporte la responsabilidad de los hechos, el secreto pone en manos de la víctima la estabilidad familiar, el pacto anuda el lazo entre abusador y víctima y reafirma una idea equivocada que es que la víctima ha consentido.

La vergüenza es el resultado del comportamiento humillante del abusador con respecto a la víctima, que puede descalificarla y hacerla creer indigna por naturaleza. Ese sentimiento perdura a lo largo del tiempo hasta la edad adulta.

La vergüenza persiste hasta que la víctima logra colocar ese sentimiento en el abusador.

El proceso de programación es impresionante, a él se deben los fracasos de los tratamientos, las retracciones, las complicidades y las contradicciones.

El aprendizaje unido al estado sirve para efectuar la programación, dado que la erotización, el despertar sensorial, la repetición y el anclaje forman parte de esa categoría.

Intervención terapéutica:

El tipo de abuso sufrido determina diferencias en el abordaje terapéutico. Existen diferencias notables entre un caso de incesto y unos abusos ocasionales sufridos por un extraño por tanto, el tratamiento se adaptará a cada caso teniendo en cuenta unos presupuestos básicos indispensables para poder deshacer el nudo traumático.

Si es tratad@ un@ menor es imprescindible la colaboración de la familia, la cual tendrá que disponerse a sostener a la víctima, asumir su protección y colaborar activamente en la terapia.

El punto importante en la terapia es conseguir que la víctima reconozca la naturaleza extraña de los hechos vividos, que pueda observarlos desde fuera para poder tener su propia opinión, verse a sí mism@ en la edad y en las circunstancias para poder tomar conciencia de quien tiene la responsabilidad de lo sucedido y poder salirse de la trama en la que se confunde con el abusador, se culpabiliza y queda atrapad@ interiormente en la relación abusiva, siendo objeto y no sujeto de su propia vida.

La víctima debe pasar a ser sujeto, observador@ del abusador, viéndolo en perspectiva haciendo una descripción detallada del mismo, de sus estratagemas, de las palabras dichas para convencer, de los lugares, los encuentros, las coacciones, las amenazas, así como los rituales y los comportamientos de los demás miembros de la familia.

De esa forma se pueden abordar los aspectos contradictorios y confusos que la víctima puede experimentar y tratar de que pueda ir confesando lo inconfesable y manejar cada vez mejor las contradicciones internas que van de la erotización a la vergüenza y de la excitación a la humillación.

El hechizo solo cesa cuando la víctima llega a darse cuenta que puede retirarle al abusador el poder que le había concedido.
Como muy bien dicen Nannini y Perrone en el libro que me ha servido de itinerario, “el problema es tanto en el tema de los abusos como en el de la violencia una dificultad enorme en el reconocimiento de la alteridad por parte del agresor”, en donde la víctima tiene que recomponer la suya propia ante el abismo del descubrimiento que el lazo vinculante al agresor es un lazo mortífero, que bajo un aparente interés solo existió un ánimo depredador, utilitario, y desafectivizado que la sumió en una muerte (parcial o casi total) de su vida afectiva y sexual y en donde tiene que reescribir un mundo de sensaciones haciéndolas propias para construir de nuevo un sentido de identidad, apropiándose de nuevo de su propio cuerpo, y crear una nueva trama afectiva y relacional en la que pueda reconocerse amada libre y a salvo.

Escrito por: Susana Soria Maurel
Estudió Psicología Clínica en la Universidad Central de Barcelona, licenciándose en el año 1986 y ejerce como psicoterapeuta desde entonces. Se ha especializado en el tratamiento del Trauma, aplicando una metodología que permite agilizar la resolución de los conflictos internos, teniendo siempre presente la relación entre la mente, el cuerpo, y la esencia de la persona.
Autora: Susana Soria Maurel
Estudió Psicología Clínica en la Universidad Central de Barcelona, licenciándose en el año 1986 y ejerce como psicoterapeuta desde entonces. Se ha especializado en el tratamiento del Trauma, aplicando una metodología que permite agilizar la resolución de los conflictos internos, teniendo siempre presente la relación entre la mente, el cuerpo, y la esencia de la persona.

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